25 de mayo de 2021

Una historieta de selva

Autor: Jean Marc Touzet

Mi querido Gustavo Morejón, a la vista de tus hermosas fotos de Pteroglossus disfrutando unas papayas, permíteme contarte una historieta de selva… historia verdadera, evidentemente.

Allá, a finales de los años 70, me encontraba a orillas del Río Napo, guiando a un grupo de turistas en el bosque, cerca de Limoncocha.

Habíamos amarrado la canoa a poca distancia de un árbol frondoso del cual colgaban unos nidos pendulares de caciques. Mis turistas, ornitólogos aficionados, apuntaban con sus binoculares en dirección de los nidos hechos de pajitas entrelazadas, disfrutando de la visión de los adultos de estos caciques entrando y saliendo sin parar de sus nidos… Estaban muy emocionados por la visión idílica y romántica de los padres haciendo idas y vueltas para alimentar a sus pichones que chillaban cada vez que uno de los padres se acercaba del nido…

De golpe, mi atención fue llamada por unos movimientos en las ramas de otro árbol a poca distancia. Me di cuenta que se trataba de una tucaneta, un Pteroglossus. Discretamente advertí a los turistas, en admiración frente a los nidos de caciques, y todos apuntaron con sus binoculares en la dirección del nuevo actor de la película. A los pocos minutos apareció otra tucaneta, y otra más; a la final fueron alrededor de ocho Pteroglossus que pudimos observar entre ramas y hojas. Mis turistas, otra vez emocionados por su “descubrimiento” de una nueva especie se olvidaron de los caciques. Fueron unos “whaou”, “nice”, “fantastic” “beautiful”… Estaban felices…

Aproveche la oportunidad, en mi calidad de guía de la selva, por dar explicaciones – o cuan científicas – sobre la biología y el comportamiento de tan fabulosa especie: les hable del uso del pico enorme, muy liviano y colorido, tan útil para agarrar las pequeñas frutas situadas al final de las ramas más finas, también útil para seducir a una pareja o para defender su territorio, gran pico útil también para regular su temperatura. Insistí en el régimen alimenticio de estas hermosas aves inofensivas, frugívoras, amantes de todo tipo de frutas jugosas.

Mientras daba estas explicaciones, me di cuenta que una de las aves, un poco aparatada del resto del grupo, tenía la mirada puesta sobre los nidos de caciques. Empezó a hacer unos saltitos un poco ridículos en la rama sobre la cual se encontraba, lanzo unos dos o tres gritos abalanzando su gran pico de arriba abajo y de golpe tomó vuelo. El vuelo fue corto. Se posó directamente sobre uno de los nidos suspendidos. Agarrándose firme. y pese al movimiento del nido, empezó a desmenuzarlo metódicamente, sacando con el pico pedazos del fino telar de ramas entrelazadas… Los caciques estaban como locos, volando alrededor del intruso, gritando, dándole alazos y tratando de picarlo en la cabeza y en el cuerpo.

Sin mosquearse, el Pteroglossus seguía con su tarea destructora. En un momento dado, introdujo su pico enorme dentro de lo que quedaba del nido y saco por el cuello a uno de los pichones todavía desplumado y rosado. Otra tucaneta llego volando y se armó una verdadera pelea para poder repartirse al pichón. Una tucaneta tenía el cuello de la avecilla en el pico jalando por su lado, y la otra jalando de una pata del pollito en sentido contrario. Partieron el pollito en dos, sangre y tripa por todas partes. Gritos de los padres caciques, chillido de las crías… Oyendo el alboroto, las otras tucanetas se abalanzaron sobre dos otros nidos. Les destrozaron. Se comieron a no sé cuántas crías.

No te cuento, mi querido Gustavo… visión de horror para mis turistas… no te cuento…

Mi fama de guía ornitólogo se fue por los suelos… ¿Qué frugívoros? ¿De qué aves pacíficas y aficionadas a jugosas papayas hablamos? Unos ogros sangrientos, mi querido Gustavo.

De ahí en adelante, me dedique a la herpetología…